Damma Legal advisors

A mi querido profe Hugo

[:es]

Por Sandra La Rosa

Trato de recordar alguna frase motivadora de las tantas que seguramente nos dijo, pero la memoria no me alcanza. Recuerdo que alguna vez me comentó que tenía mucho potencial y que mi empeño me iba a permitir avanzar mucho. Una Sandra de 9 años empezó a notar que las gimnastas desarrollaban espaldas anchas y decidió que no quería verse así, así que dejé la que fue una corta pero memorable pasión.

Sí, tenía 9 años cuando tiré la toalla con el único deporte que he amado en la vida, y al hacerlo me desvinculé del mejor entrenador que he tenido. Ayer que me enteré de su fallecimiento, caí en la cuenta de lo valioso que fue su paso por mi vida, ojalá también lo haya sido mi paso por la suya, como el de tantas otras alumnas que lo adoraron.

No sé si a todas las personas que alguna vez hicieron gimnasia de chicas les pasa lo mismo, pero yo continúo haciendo aspas de molino, arcos y splits, obligando a mi cuerpo a recordar tiempos felices. Hubiera sido mucho mejor este ejercicio si hubiera incluido algún mensaje hacia mi querido profe Hugo, agradeciéndole por todo el apoyo, la paciencia y el cariño que me dio en mi corto paso por el gimnasio del colegio San Agustín de Chiclayo.

Yo nunca he sido buena en los deportes. Mi esposo (nos acabamos de casar, así que todavía se me hace raro llamarlo así) siempre se burla de mi poca destreza con las pelotas (sea de vóley, basket, fútbol, ping pong o frontón) y la lentitud de mis reacciones. Sin embargo, gracias a Hugo las olimpiadas en el colegio nunca fueron de temer, porque siempre sentí que había algo en lo que sí era buena y podía destacar.

Recuerdo cuando yo enseñaba a mis compañeros a darse volantines o a abrirse de piernas. “Lo estás haciendo bien, poco a poco”, repetía como lorito lo que alguna vez él me dijo. Y no lo decía por decir, sino porque ese mantra mágico realmente me había servido para aprender nuevas piruetas y no dejar de intentar.

Hoy recién caigo en la cuenta de lo importante que es para una niña o un niño que alguien confíe en él, y aunque los padres son los primeros llamados a ello, suelen pecar de parcializados (mis papás siempre han creído que soy la estrella en cualquier presentación, jaja). Es por eso que para mí Hugo Asalde fue clave. Él me dio una seguridad que, sin ser infranqueable, me ha permitido afrontar muchas situaciones, pues solo necesito recordar que, en distintas proporciones, todos tenemos alguna fortaleza.

Siempre tuve dudas sobre mi vocación. Quizás si el miedo a no pasar dificultades económicas y darle tranquilidad a mis padres y hermanos no me hubiera ganado, habría estudiado Educación. Pero como la vida siempre nos da segunda oportunidades, hoy formo parte de un voluntariado en que el ayudamos a niñas y niños a encontrar su talento, con el que espero algún día ser generadora de confianza en alguna pequeña o pequeño.

Gracias profe Hugo, por ser mi cinturón de seguridad en tantas carreras, un cinturón al que hasta ayer no le había puesto nombre. Y aunque no puedas leer este mensaje ni contestarlo, espero que sepas allá donde estés que acá hiciste un excelente trabajo.

Compartir en

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *