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Mi hermano y yo

Mi hermano y yo hemos vivido mucho tiempo juntos, no solamente durante nuestra niñez/infancia en Arequipa, sino que ahora siendo adultos, hemos podido compartir mucho tiempo viviendo.


Por Mauricio Olivera

Mi hermano y yo hemos vivido mucho tiempo juntos, no solamente durante nuestra niñez/infancia en Arequipa, sino que ahora siendo adultos, hemos podido compartir mucho tiempo viviendo. Nuestra mamá siempre nos ha enseñado a querernos y protegernos entre nosotros. Para mí, es una de las personas más nobles e inteligentes que conozco. Todos los días me sorprende el gran corazón que tiene y lo inteligente que puede ser. Él siendo mayor, ha marcado muchas pautas de mi vida. Una de ellas fue el básquet.

Empecé a jugar básquet por él, porque a la edad de 12 años, mi hermano tenía muchas cualidades mientras que yo, no destacaba en algo particular y añoraba ser igual de bueno como él. Durante mucho tiempo él siempre lograba títulos, campeonatos, premios, mientras que yo no tenía sus cualidades físicas ni mentales. Él era sumamente alto y atlético para su edad, tenía una inteligencia de juego única y asimismo, la temple que demostraba en la cancha era incomparable. Llegó a un punto de su vida en que fue convocado para la preselección nacional. Era una gran noticia; sin embargo, la convocatoria fue muy repentina porque físicamente mi hermano no estaba preparado, era delgado para la posición que ocupaba en el campo de juego y además porque su convocatoria fue una semana antes del corte de los 14 jugadores que representarían al Perú en un sudamericano.

Este momento me marcó porque estando él en quinto de media y yo en tercero de media, pude presenciar que este seudo injusto fracaso que tuvo en su vida me serviría a mi para poder lograr lo que el no pudo. Desde ese momento me dije a mi mismo, que quizás no seré el más rápido, el más sereno en la cancha o el más habilidoso, pero había una realidad innegable: que al menos sabía que es lo que tenía que hacer.

Desde ese momento, sabía que tenía que entrenar más fuerte (3 veces al día), alimentarme mejor (subir de peso) y mejorar en mis habilidades. Agradezco a Dios, que en dicho momento tuve a mucha gente a mi alrededor que me apoyó mucho, desde mis padres, profesores, entrenadores, amigos, entre otros. El objetivo era claro: ser parte de la selección nacional y para ello tuve que sacrificar muchas cosas que muchos jóvenes tienen derecho a gozar (fiestas, reuniones, etc).

Evidentemente, mi preparación se centró en estar listo para el momento indicado, incluso si me llamaban unas semanas antes del corte. Y efectivamente, eso fue lo que pasó: fui convocado, y por si no fuera poco, dicha llamada también llegó una semana antes del corte de los 14 jugadores que irían al sudamericano. A diferencia de mi hermano, sí estuve preparado, porque cambié mi forma de jugar (de ser pívot a ser alero), aumenté mi masa muscular (siempre tuve problemas para subir de peso) y para ese momento, había jugado en muchos campeonatos que me permitieron ganar experiencia, motivo por el cual me seleccionaron y pude representar al Perú, algo que parecía casi imposible para mí, siendo de Arequipa.

Este sueño que incluso hasta ahora vive en mí, fue gracias a mi hermano, porque viéndolo a él despertó en mi muchas ganas de ser mejor. Para mí, él siempre va a ser más inteligente y más noble que yo, pero sinceramente, no me molesta, porque gracias a ello puedo ser mejor persona todos los días. El trabajo que pude llegar hacer y el sueño que nunca murió, me permitió hacerlo. Ahora que ya somos adultos y que en un mes mi hermano se va a casar, puedo decir que estoy feliz de haber compartido tanto tiempo de su vida y solo le deseo infinita felicidad y gracias por ser la pauta en mi vida.

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